Con facha de pornostar sospechosamente neutro, ocultando
algo que no sé qué es, pero que me deja terriblemente confiado, me detengo y me
desnudo en el nudo de tu anillo.
Apunto al blanco de tu blanco y te escribo pensado que tu
piensas que esto es interesante, ilusionándome.
La bendita palabra que te conté que busco y que, según yo,
debería explicarlo todo, se me hace esquiva, incluso más que la traviesa utopía
de Galeano.
Mi palabra, me deja adivinar sus caderas, pero siempre,
invariablemente, da un salto por cada paso que yo doy.
Así que hoy le hago trampa y no avanzo, simplemente me
detengo a contemplar el camino ya recorrido, esperando que ella también se tome
un descanso.
Aprovecho para susurrar a tu oreja solidaria, pero coja y
azulina, que tengo miedo,pero solo con la intención de que te apiades y me arropes en
medio de ese calor truncado y seco que es tu pecho.
Sé que no vendrás porque te piensas cercana, así que sin más
te dejo pensar lo que tú quieras pensar y me alejo también de ti.
Vislumbro que a mis espaldas un par de hermanas mudas,
mellizas y testarudas, me siguen el paso ofreciéndome el oro y el moro, ellas
no se detienen, porque me tienen ganas, la una me promete endulzarme la vida y
la otra una salida fácil.
Viene con ellas el hermano mayor tratando de cerrarme el
camino, el viene a cobrarse tanto abuso al pariente pequeño, el sí que viene con
rabia.
Y hoy como que todo me interesa un huevo, los espero y
juego a adivinar cuál de los tres me enterrara primero el diente.
Y así, sin más dilación, ni juego ni trampa amorosa.
Así sin misericordia y como tienen que ser las cosas.
Logro por fin mirarle más allá de la pantorrilla a mi
palabra esclarecedora.
En la distancia logro contemplar el zarcillo solitario, las
faltas de ganas, el desdén de mi bendita palabra.
Y cuando menos me lo espero ella se da vuelta y me torna
los ojos y me sonríe con esa risa boba que adiviné hace tantos años.
Simulo sorprenderme y ella que sabe que miento, hace lo más
lógico que podría esperar.
Viene hacia mi riéndose melosa y me dice al oído: -Di, mi
nombre –.
Y yo cómplice, me acerco a su oreja y susurro su nombre y
escribo este cuento y al final del dia, soy feliz.
Feliz porque termina el misterio, feliz porque empieza
uno nuevo.
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