Siempre que me enamoro de a mentirijillas, me lagrimea el ojo izquierdo, un resabio de mi pasado traicionero e infantil.
Y ahora que me aprieto y aúno en el colectivo humano de este vagón de prisioneros y me quedas de rebote a diez centímetros de mi olor a tabaco, mi ojo comienza a lagrimar.
Ahora que te miro oculto tras mis gafas y que te leo como quien revisa la prensa en un kiosco buscándose en un titular, te veo triste, perdida ya sin ganas.
Ahora me miras, me pesas, me tranzas, me comparas dándome una oportunidad.
Ahora me ves con otros ojos, ya no tan cansados, mas coquetos.
Ahora juegas a seducir los últimos metros de tiempo que nos da este carro.
Ahora sin mediar palabra me robas un beso.
Ahora hay que bajar del vagón y tomar rumbos distintos.
Ahora no miro atrás y sigo mi camino, me saboreo el carmín de ese único beso.
Y ahora que escribo, me seco el ojo izquierdo en un resabio de cuando era niño y me enamoraba de a mentiras.