
Ponponcitos, medallitas, espaditas de metal.
Toda una manga de de soldaditos con su maletin.
Soldaditos que aceptan complacientes, las miradas de la niña de ojos grandes y pequeños pechos.
Mi mirada nisiquiera la toman en cuenta.
Desde el fondo es donde me siento a mirar pasar el mundo. Desde el fondo es donde me parapeto, oteo y escondo. En todo caso comienzo desde atrás, en mi final, con la ilusión de encontrar la génesis o por lo menos donde se corto la hebra.
"El libro de Pablo Padilla, Ciudades invisibles, se me va bien; de fácil lectura facial. Como critico especializado, trato consiente y/o inconscientemente de buscar trabas, trancas o trampas, evidentemente ocultas.
Curioso. No me pasa lo mismo, cuando leo a Cortazar.
-Bueno, después de todo, nunca comí, ni bebí con Cortazar".
Hoy que termine el libro, literalmente me lo devore.
Curioso de nuevo, me paso lo que solo con Cortazar una vez,
y es que, no quería terminar con la ultima pagina, porque era el fin, no se si se entiende;
es que de repente uno no quiere terminar y punto,
como si fuera un lector tantrico.
-Las mujeres generalmente no entienden esto.-
En resumiendo, me gusto mucho el libro.
Pablo tiene unos blogs, http://fotocopiafeliz.blogspot.com , http://blogciudadesinvisibles.blogspot.com, por si acaso.
Yo leo filipenses.
Al final de la carta, Pablo contentado y místico grita que todo lo puede en Cristo que le fortalece,
y yo no digo nada, ni siquiera “esta boca es mía”.
El niño juega, mientras yo me equilibro.
Son las 7:15- mucho obrero que viaja de casa a la mina, como si fueran topos.
...¿la mina?, la mayoría solo de casa al trabajo, la mina es accidental.
La mayoría es infiel accidentalmente.
para otros es incidental...¿incidental?,
entendiéndose esto ultimo como, incidentalmente programado.
Mientras, juega al equilibrio, el niño rueda por el piso, accidentalmente.