Me enseñaste a confiar en ti.
Me vestiste con ropa usada, para no ofender tus costumbres.
Me diste tus sobras, para no matarme de hambre.
Alargaste mi vida, para que produjera más.
Me enseñaste a leer, para que manejara tus maquinas.
Me diste un techo, para ocultarme de tu vista.
Me diste un lecho, para descansar.
E inventaste reglas, para castigarme.
Yo, bruto que soy, cada noche al ponerse el sol, lamo mis heridas y aulló a las estrellas.
Y lo cambio todo.
Los harapos, los transformé en identidad.
Con las sobras hice una buena comida.
Convertí las cuatro tablas en un hogar.
Y aprendí a leer, pero también a escribir.
Y no solo duermo, también sueño con rencores e ilusiones.
Y no solo no me muero, me enquisto en esta vida que no entiendo.
Y ya no creo en tus reglas.
Y espero, aguardando el momento en que ya no serán suficientes, las chucherías que me quieras vender o regalar en cómodas cuotas.
Yo, bruto que soy, apenas aclara el día, busco una señal para emparejar la cancha, ya no importa de qué lado, porque nunca debí creerte.