martes, octubre 11, 2005

LLXXI

Abro la boca en una O mayúscula, escucho el grito solidario,
y me dejo llevar por el sopor de este sueño...
Tus labios, tus hermosos labios...
Me dejo llevar por esta alegría triste, este deseo truncado.

Me protejo de ti y por ti, me protejo oculto en el sabor de tu piel.

Me protejo, crujiendo, del grito; el grito de leona hambrienta, de tus ojos tristes.
Me voy ocultando en mi vigor...

¿Podrás perdonarme este miedo a sucumbir entre tus piernas?...
Escucho la canción salvadora.
Y tu hija se vuelve tremenda, como el niño de mi cuento,
Abro la boca en una O mayúscula imito tu coro, el de tu hija.
Te dejo.
Te suelto.
Me libero.
Dejo todo a medias esperando un final.
Después camino imitando el paso de un niño, como si fuera en un sueño.
Camino como el niño de mi cuento, triste y seco.

Camino y cuando me doy cuenta que te amo, sonrío un poco.
De pronto, sin quererlo aparece juguetón un grito,
un grito como de lobo viejo,
un susurro.

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